
Un agujero enorme de apariencia similar a la de un hoyo negro, se postraba en medio de dos figuras sombrías. El canto de los truenos, dirigía como tambores de guerra, a la tormenta que marchaba inmortalmente, alrededor de los limites de este mundo conformado por bruma de grises tonos y dos formas solitarias sin posibilidades de estrechar una caricia.
La abismal oscuridad del hoyo separaba lo que, al parecer, eran dos rústicas columnas de piedra. No aparentan haber sido puestas ahí por mano alguna, es como si pertenecieran al sombrío paisaje de esta dimensión alejada del pensar humano.
Aquí no existe posibilidad de entrar o salir, lo que acaece en este mundo es que no acaece el
aliento, nada es lo que corre por el aire y ¿qué organismo podría conocer la soledad del mundo en el cual un suspiro contendría nada?.
¿Habrá de pasear la muerte en busca del abrazo de un alma concubina por estas tierras? y ¿qué puede leer la vida en este sombrío paisaje?.
Este universo es una prisión sin recluidos y sin posibilidad de ser en función de lo que es, pues una prisión sin cautivos deja de ser a partir de la perdida de su función.
Solo un abismo y dos piedras existen
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